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VUELVE EL DERBY ASTURIANO, PERO ESTA VEZ DE MENTIRA



Tuvo que ser en un amistoso, el Trofeo Principado, porque ya ninguno de los dos está en primera división, la rivalidad llegó a dormirse ante el cúmulo de desgracias deportivas y económicas que han martirizado al Sporting y al Oviedo en los últimos años. La humillación ha resultado tan severa que sólo los más exaltados fueron capaces de asomar la cabeza. Después de una década, como si de una postguerra se tratara, ha renacido el derbi veraniego, ese partido que mide las posibilidades de los dos equipos ante una nueva temporada. A la zona noble del estadio gijonés no faltó el presidente del Principado ni el director general de Deportes. Allí, junto al teniente de alcalde de Gijón, se echó en falta algún representante del Ayuntamiento de Oviedo, aunque no es extraño porque desde hace mucho viven en una permanente esquizofrenia en lo que al fútbol se refiere. Han cambiados tantas veces de opinión que ya no saben muy bien cuál es su papel.
Algún edil ovetense hubiera equilibrado algo las fuerzas inclinadas claramente del lado rojiblanco, aunque siempre sin perder la objetividad. El equilibrio llegó quizá más por Antonio Busto, uno de los interventores de la suspensión de pagos del Sporting, que acudió con una insignia del Oviedo sin esconder para nada sus preferencias futbolísticas.
En realidad, la cita no resultó equilibrada por ningún lado. También en la grada se percibió superioridad rojiblanca. En el derbi veraniego del regreso acudieron 8.500 personas, una cifra interesante para un día de sol con la playa como rival y la retransmisión en directo del encuentro por la Televisión de Principado de Asturias.
El desequilibrio también alcanzó el cuidadísimo césped del Molinón. Jairo, Michel y Omar, tres jugadores formados en las categorías inferiores del Real Oviedo, visten la camiseta del primer equipo del Sporting. El vecino ha sido uno de los grandes beneficiados de la espantada general de jugadores que propició la dramática crisis que casi llevó al Oviedo a su desaparición en el 2003. Casi se contaban más canteranos del Oviedo en el Sporting que en el propio Oviedo, que este año ha optado, no sin polémica inicial, por fichar fuera, incluso en Suramérica. Casi no hubo oportunidades de valorar la valía de la plantilla azul en el partido no amistoso del verano. La temprana expulsión de Michu rompió en dos un escenario en el que el Sporting dominaba sin peligro y el Oviedo se defendía con orden sin legar nunca a la portería de Roberto. David Barral concretó en dos goles las alternativas que desde entonces se abrieron al Sporting en ataque y el equipo rojiblanco comenzó a disfrutar en el campo en la misma medida que el Oviedo aumentó su sufrimiento.
Ante semejante desigualdad, el partido perdió el principal motivo de su génesis: la rivalidad, porque si algo diferencia a un derbi, a un clásico, de cualquier otra cosa es la rivalidad.
Todos esos políticos en las gradas los mismos que no hicieron nada para evitar que ambos clubes, se encuentren sumidos en una crisis de la que dificilmente podrán salir. Que triste es observar que sólo se van a volver a enfrentar en partidos de verano, sus aficiones no se merecen eso.
Hablar de rivalidad en estos momentos es tan complicado, como va existir si ambos se encuentran en situaciones similares. Los dos grandes del futbol asturiano no se merecen esto, enfrentarse en encuentros que intentan revivir luchas pasadas. Como va haber rivalidad esa existía cuando ambos estaban en primera y luchaban por la supremacia en el futbol asturiano. Ahora más bien los dos son hermanos de lamentaciones, reflejos de tiempos mejores, reflejos de la situación asturiana y los dos caminan sin rumbo esperando un milagro, lo mismo que le sucede a Asturias. Esperan un milagro que en la situación actual no creo que se vaya a producir.
A ambos les queda una afición que contra viento y marea está con ellos, pero que sin embargo son conscientes de que los buenos tiempos dificilmente van a volver.

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